"Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?".
Ellos le respondieron: "Rabbí, ¿dónde vives?".
Les respondió: "Venid y lo veréis". Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día".
(Jn. 1, 38-39)

Amó hasta el final


Nadie trató nunca a Abraham Lincoln con mayor desdén que Edwin Stanton. Él llamó a Lincoln “payaso de poca astucia” y lo apodó “el gorila origi­nal”. Lincoln no dijo nada. En lugar de ello, cuando necesitó a un Secretario de Guerra, Lincoln nom­bró a Stanton, porque era el mejor hombre para el puesto. Trató a Stanton con toda cortesía.
En la noche del asesinato de Lincoln, al mirar Stanton el rostro del Presidente, con lágrimas en los ojos dijo. “Ahí yace el más grande estadista que el mundo haya visto jamás”.
La bondad es una característica de los hijos de Dios. El bondadoso arde en deseos de hacer el bien a los otros, quiere todo el bien para ellos, aligera el dolor de los oprimidos por cualquier clase de mal­dad. Dios es el único bueno, para todos hace salir el sol. “Clemente y compasivo es el Señor, tardo en la cólera y grande en amor. Bueno es el Señor para con todos y sus ternuras sobre todas sus obras” (Sal 145,8-9).
Jesús fue un hombre especial, extraordinario en generosidad, bueno pero bueno de verdad, que pasó haciendo el bien sobre la tierra y curando a los opri­midos por el mal, porque Dios estaba con él (Hch 10,38). Por eso Pablo aconsejaba a los cristianos como norma de vida: “Mantengamos fijos los ojos en Jesús” (Hb 12, 2), para tener sus mismos senti­mientos, para obrar como él.
¿Quién era Jesús? ¿Cómo era Jesús?
Jesús estaba unido al Padre y era ungido por el Espíritu. Fue enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres, a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimi­dos y proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Él vino para los casos difíciles, para “salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10).
En sus enseñanzas repetía que lo más importante era buscar a Dios, su Reino, que no se preocuparan de lo demás. Mil veces invitaba a sus oyentes a no tener miedo, a no dudar, a creer de verdad (Jn 8,46). A todos les dio ejemplo de amor, los amó hasta el final y fue lo único que les dejó como mandato: el que se amaran de verdad como él les había amado.
Sabemos que a los seguidores de Jesús, que “pro­clamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15), les acompañarán estos signos: expulsarán demonios, tomarán serpientes en sus manos, aun­que beban veneno nos les hará daño e impondrán la mano a los enfermos (Mc 16,17-18). Los discípulos de Jesús, tendrán el Espíritu de Jesús y disfrutarán de los frutos: amor, paz, alegría, fortaleza, amabili­dad, mansedumbre (Ga 5,22-23). Serán buenos de verdad.
Un día se apareció Jesús a santa María Mar­garita y le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la humanidad”. A todos los que sufrimos de ira y de soberbia el Maestro nos ha dejado esta receta: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11;29). Y es cierto, Él nos ense­ñó a amar. Pasó haciendo el bien sobre la tierra, curando a los enfermos, dando vida a los muertos, levantando a los caídos, perdonando a los peca­dores. La bondad del corazón de Jesús se puso de manifiesto con sus enemigos, en los momentos más difíciles de su vida. En la cruz sus primeras palabras fueron “Padre perdónalos”. Su obra final fue morir para poder enviar a su Espíritu para dar­nos paciencia, bondad y generosidad (Ga 5:22).

Todo se logra con la bondad, poco se consigue con el palo. San Juan Bosco y san Francisco de Sales creían en este adagio: “Una gota de miel pue­de atraer más moscas que un barril de vinagre”. Con palos, broncas y durezas no se llega a ninguna parte. Podremos hacer que la otra persona no se mueva, mientras estamos delante, pero no habre­mos logrado cambiar su corazón si no procedemos con bondad.
Todo el que viaje a Thousand Island, en la parte del norte del Estado de Nueva York, es bueno que visite el Castillo Boldt. Fue construido por George Boldt para su esposa. George Boldt fue un emplea­do nocturno en un hotel de tercera clase en Filadel­fia. Una noche dos personas mayores muy cansa­das entraron a su hotel y le suplicaron: “Señor, por favor, no nos diga que no tiene cuartos. Mi esposa y yo hemos andado por toda la ciudad buscando un lugar donde quedarnos. No sabíamos de las convenciones tan concurridas que se dan aquí. Los hoteles donde normalmente paramos están llenos. Estamos cansadísimos y ya pasa de media noche. Por favor, no nos diga que no tiene un lugar don­de podamos dormir”. El empleado los miró unos instantes y respondió, “Bueno, no tengo un solo cuarto excepto el mío. Trabajo de noche y duermo de día. No es tan acogedor como las demás habi­taciones, pero está limpio y con gusto los acoge­ré como mis huéspedes esta noche”. La señora le dijo, “Dios lo bendiga, joven”.
La bondad es un don, pero es una tarea a reali­zar. Quien es bondadoso es una persona generosa, compasiva, benevolente y amistosa. El bondado­so se asemeja a Jesús en todo, posee un corazón manso y humilde, capaz de lograr lo inalcanzable. Jesús fue bueno con todos. Amó hasta el final. 
P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.