"Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?".
Ellos le respondieron: "Rabbí, ¿dónde vives?".
Les respondió: "Venid y lo veréis". Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día".
(Jn. 1, 38-39)

Nuestras Constituciones


Las Constituciones plasman el carisma de nuestra vocación. Aquí puedes encontrar algunos textos que iluminan e ilustran nuestra vida.


SENTIDO DE NUESTRA VOCACIÓN:
“Los Hermanos Descalzos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo forman parte de una familia religiosa, que, inserta en el Pueblo de Dios y enriquecida con un carisma propio, cumple una misión peculiar en el Cuerpo místico de Cristo.
Esta familia, a la que somos llamados por una vocación personal, en la medida en que es como una expresión renovada de una Orden antigua, hermana la fidelidad a la tradición espiritual del Carmelo con un afán de renovación permanente. Dos actitudes que nos legó en herencia nuestra madre santa Teresa”. (n. 1)

“La santa Madre quiso marcar su Obra con una forma y estilo peculiares de vida: fomentando las virtudes sociales y demás valores humanos, cultivando la alegría y suavidad de la vida fraterna en un cordial ambiente de familia, inculcando la dignidad de la persona humana y la nobleza de alma, elogiando y promoviendo la formación de los religiosos jóvenes, el estudio y el cultivo de las “letras”, ordenando la mortificación y los ejercicios ascéticos de la comunidad a una más profunda vida teologal y acomodando estas prácticas al ministerio apostólico, alentando la comunión entre las distintas casas y la amistad evangélica entre las personas”. (n. 10)

“Elementos primordiales de nuestra vocación:
a.       Abrazamos la vida religiosa “en obsequio de Jesucristo”, apoyándonos en el común destino, la imitación y patrocinio de la santísima Virgen, cuya forma de vivir constituye para nosotros un modelo de configuración con Cristo.
b.      Nuestra vocación es fundamentalmente una gracia, que nos impulsa, en una comunión fraterna de vida, a la “misteriosa unión con Dios” por el camino de la contemplación y de la actividad apostólica indisolublemente hermanadas al servicio de la Iglesia.
c.       Estamos llamados a la oración, que, alimentada con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia, nos conduce al trato de amistad con Dios, no sólo cuando oramos, sino cuando vivimos.
d.      Pertenece al mismo ser de nuestro carisma penetrar de celo apostólico la oración y toda la vida consagrada, trabajar de distintas maneras en servicio de la Iglesia y de los hombres.
e.      Pretendemos realizar ambos servicios, el contemplativo y el apostólico, formando una comunidad fraterna”. (n. 15)

SEGUIMIENTO DE CRISTO Y CONSAGRACIÓN RELIGIOSA:
“Con el voto de castidad, profesamos la continencia perfecta conforme al celibato por el Reino de los cielos y de este modo nos entregamos, santos por entero en alma y cuerpo, al servicio de Dios y de los hombres y reproducimos la imagen del Cristo virgen, dedicado sin reservas al servicio del Padre y de los hombres”. (n. 22)

“A fin de seguir más de cerca al Cristo pobre, puesto en manos de la Providencia del Padre, abrazamos con voto el consejo evangélico de pobreza, que conlleva además de una vida real y espiritualmente pobre, basada en el trabajo y la sobriedad, y desprendida de las riquezas de la tierra, la dependencia de los superiores en el uso y disposición de los bienes”. (n. 25)

“La pobreza nos impone un estilo peculiar de vida, de modo que, imitando gozosamente a Cristo en la disponibilidad de la propia persona, en el uso humilde y moderado de las cosas, en la asidua dedicación al trabajo, en la sencillez de las casas y en el trato amistoso con los pobres y la promoción de los necesitados, demos en el Pueblo de Dios testimonio de pobreza evangélica tanto a nivel personal como comunitario. Así, mientras nos esforzamos por ser auténticos seguidores, no del mundo, sino del Evangelio, vamos ganando y experimentando cada día la libertad de los hijos de Dios y la dignidad del hombre”. (n. 29)

“A fin de imitar con mayor fidelidad la forma de vida que el Hijo de Dios abrazó cuando vino al mundo en cumplimiento de la voluntad del Padre y que propuso a los discípulos, sus seguidores, nos obligamos con voto a cumplir el consejo evangélico de obediencia, por el cual nos comprometemos a someter nuestra voluntad a los superiores, representantes de Dios, cuando mandan según las Constituciones. Así, pues, ofrendamos a Dios la total entrega de nuestra voluntad como sacrificio de la propia persona, para unirnos de este modo a su voluntad salvífica de manera más estable y segura”. (n. 35)

LA VIRGEN MARÍA EN NUESTRA VIDA:

“Asociados, por la gracia de Dios, a los “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María”, estamos entroncados con una familia que se consagra a su amor y culto y que camina hacia la plenitud de la caridad bajo el influjo vital de una comunión íntima con la Madre de Dios. Esta comunión penetra la vida común y marca con un sello mariano peculiar el espíritu de oración y contemplación, el apostolado en todas sus vertientes y la misma abnegación evangélica”. (n. 47)

                                                                                                                 
LA COMUNIÓN CON DIOS:

“La vocación carmelitana nos impone el compromiso de “vivir en obsequio de Jesucristo”, “meditando día y noche la ley del Señor y velando en oración”. Y nuestra Madre santa Teresa, en la misma línea de la Regla, presenta la vida de oración como centro al que convergen y hontanar del que brotan todos los elementos constitutivos de nuestro carisma. Por eso, la Iglesia nos reconoce como una familia dedicada de modo especial al quehacer de la oración, es decir, una comunidad que se propone vivir más intensamente el misterio de la oración cristiana y que da testimonio de él con su propia vida”. (n. 53)

 LA COMUNIÓN CON LOS HERMANOS:



“La caridad ha de ser la norma suprema de la vida comunitaria, ya que la comunión fraterna tiene como fundamento y vínculo el amor de Cristo.
Hemos de amarnos unos a otros, según el mandamiento del Señor con la caridad que se ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo y con la competencia en la mutua estima fraterna”. (n. 72)

LA MISIÓN APOSTÓLICA DE LA ORDEN:


"Nuestra Madre santa Teresa, ilustrada por una experiencia más plena del misterio de la Iglesia e impulsada por el celo de la gloria divina, quiso que la plegaria incesante y la abnegación evangélica del Carmelo renovado rebasasen de un ideal apostólico peculiar. Al restaurar la Orden de los frailes, sintió ardientes deseos de que ellos, doctos y experimentados en las cosas de Dios, trabajaran en distintos campos al servicio de la Iglesia, pero más con las obras que con las palabras. Así, pues, siguiendo las huellas de nuestros antepasados, empapamos la contemplación de espíritu apostólico y procuramos preparar y nutrir continuamente la acción evangelizadora con la intimidad divina”. (n. 89)


“La evangelización de los pueblos, que dimana de la naturaleza íntima de la Iglesia y constituye realmente un espléndido fruto de la caridad y de la oración, fue siempre con justicia una de las obras predilectas de la Orden. En efecto, nuestra Madre santa Teresa, prendió en su familia la llama del celo misional que la abrasaba, y quiso que sus hijos trabajasen también en la actividad misionera”. (n. 94)