"Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: "¿Qué buscáis?".
Ellos le respondieron: "Rabbí, ¿dónde vives?".
Les respondió: "Venid y lo veréis". Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día".
(Jn. 1, 38-39)

Dios es amor


Geng Lei era un famoso arquero en el estado de Wei. Un día, mientras iba de excursión fuera de la ciudad con el rey, vio un ganso salvaje volando alto en el cielo. El rey le mandó que cobrase el ganso con una flecha. Él contestó: “No necesito flecha. Sólo con mi arco puedo hacer que ese ganso caiga del cielo”. Geeng Ying tensó, soltó e hizo vibrar la cuerda de su arco, y con eso el ganso salvaje cayó al instante ante sus mismos pies. “Eres un arque­ro maravilloso”, dijo el rey. Gen Lei explicó: “Este ganso salvaje había ya sido herido antes por una flecha, como pude ver por su vuelo y sus grazni­dos. Por eso cuando oyó el resonar de la cuerda de mi arco, creyó que le había herido otra flecha, y cayó al suelo”.


Dios conoce bien nuestros vuelos, pero también sabe de nuestras heridas y remedios para las mis­mas: el amor. Dios es una comunicación de amor. “Dios es Amor” (1Jn 4,16). Por eso dice San Juan: “El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor” (1Jn 4,8).
El amor de Dios es eterno. “Porque los montes se distanciarán y las colinas se moverán, mas mi amor no se apartará de tu lado” (Is 54,10). “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti” (Jr 31,3).

El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (Is 49,14-15). Dios ama a su Pueblo más que un espo­so a su amada (Is 62,4-5).
Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor abarca a todos sin excepción: “De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños” (Mt 18,14). Afirma “dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28).

Luego el amor proviene de Dios y es Él quien lo demuestra a cada persona otorgándole la capa­cidad de amar. El objeto fiel del amor de Dios es Jesucristo, y así lo expresa el Padre: “Este es mi Hijo amado, en el cual me complazco” (Mt 3,17). Dios ama a todos. Así nos lo dice el libro de la Sabiduría: “Amas a todos los seres, y no aborreces nada de lo que has creado”. Y el Nuevo Testamen­to: “Dios demuestra el amor que nos tiene, porque cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5,8).
Al decir que Dios es amor, afirmamos lo más esencial y poco más se puede añadir al hablar de Dios. Es bueno, no obstante, acercarnos a la expe­riencia de los Padres de la Iglesia, de los santos y de los teólogos, ya que Dios no es una realidad abstracta, sino experiencia de vida.
“El Amor es el que ha hecho descender a Dios sobre la tierra”, dice san Macario, y Orígenes, con san Pablo, llama a Jesús “El Hijo del Amor”, ya que si Dios es Amor “también el que viene de Dios es Amor (...) si Dios Padre es Amor y el Hijo es tam­bién Amor, y por otra parte amor y amor son una sola cosa y en nada difieren se sigue que el Padre y el Hijo son justamente una sola cosa”.
“Es el amor el que nos hace conocer” (san Gre­gorio Magno). Cualquiera que empieza a conocer o amar a Dios, no puede dejar de quedarse con Él. Unas personas lo descubren en la niñez, otros ya en la edad adulta. Cuando san Agustín cayó en la cuenta de lo que era, dijo: “¡Tarde te amé! ¡Oh hermosura tan antigua y siempre nueva! ¡Tarde te amé! (...) Me tocaste y me abrasé...”. Y, desde entonces, san Agustín no se cansará de hablar del amor. “Dios es tu todo. Si tienes hambre, es tu pan; si tienes sed, es tu agua; si estás en la oscuridad, es tu luz que permanece siempre incorruptible”.


El amor es todo en la vida: fuerza, motor, vida... En las primeras intervenciones de Benedicto XVI afirmaba estas ideas fundamentales: “Lo que redi­me no es el poder, sino el amor”. “Si el mundo se salva será por quienes se entregan generosamente al servicio de los demás”. “El amor es el que impul­sa a la persona al servicio de la verdad, a la justicia y al bien”.
Dios es amor, así nos lo ha recordado el Papa en su primera encíclica. De esta experiencia han vivi­do los seres humanos. 

De esta absoluta verdad está convencido san Bernardo cuando exclama: “Dios es Amor y nada creado puede colmar a la criatura hecha a imagen de Dios, sino Dios Amor, solo Él es mas grande que cualquier criatura”.

“Si Él tuviera una billetera, llevaría en ella tu foto.
Él te envía flores cada primavera.
Él te regala un amanecer soleado cada mañana.
Las veces que deseas hablar, Él te escucha.
Él puede vivir en cualquier parte del universo,
pero eligió... tu corazón.
Reconócelo amigo. ¡Él está loco por ti!
Dios no prometió días sin dolor,
risas sin penas, sol sin lluvias,
pero prometió fortaleza para el día,
consuelo para las lágrimas, y luz para el camino”
[(F. Cabral).

P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.