P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.
S.
Bandhopadhyay era un abogado importante en Calcuta. Un día tuvo que enviar un
documento urgente a uno de sus clientes. Era el mes de mayo que es el más
caluroso en Calcuta y era el mediodía. Tomó el documento y lo llevó él mismo a
casa del cliente a donde llegó todo cubierto de sudor. El cliente se asombró y
le indicó cortésmente que podía haber mandado a cualquier empleado de su
despacho. El abogado contestó: “Sí, ya lo pensé, y mi oficina tiene un
mensajero para estos envíos. Pero vi el calor que hacía y no me pareció bien
enviar a otra persona”.
Esto
es amor y nosotros lo sabemos muy bien.
¿Se
puede definir el amor? Hay muchas definiciones del amor. Podemos afirmar que
el amor es un sentimiento que mueve a desear el bien para la persona o cosa que
amamos. El amor es, sobre todo, una decisión, un compromiso que consiste en
respetar al ser amado, procurar todo el bien del otro y evitarle el mal. Amar
es mucho más que vivir; es dar la vida por el otro.
El
amor es fuerza, es vida. Las grandes empresas nacen en el amor y para llevarlas
a cabo se necesita de la fuerza del amor. El amor es el principio de todo, el
fin de todo... El amor es el motor de nuestra vida. Cuando hay amor no hay
dificultades, ni fronteras, ni obstáculos de ninguna
clase. “El camino que atraviesa la selva no es largo si se ama a la persona que
se está buscando” (Proverbio congoleño). “Un buen corazón mueve cielos y tierra”
(Refrán chino).
El amor no conoce derrotas, el amor lo
consigue todo, el amor nos permite remontar el vuelo a las alturas. El amor
hace ligero lo pesado, cualquier carga resulta liviana. El amor es la mayor
fuerza y riqueza que podemos disponer. “El alma que anda en amor ni cansa ni se
cansa ni descansa” (san Juan de la Cruz). Sólo el amor salva y libera; sólo el
amor es capaz de vencer el odio; sólo el amor hace ver la vida de colores y nos
permite descubrir los valores de lo amado. “El amor, según yo he oído decir,
mira con unos anteojos que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza riqueza, y
a las lagañas perlas” (Miguel de Cervantes).
Al
amor canta el poeta, el músico y el enamorado, sin preocuparse de lo que es.
Quien vive de amor, su misma vida es una definición. Entre los seres humanos,
todo habla de amor, grita amor, canta amor, llora amor. En nombre del amor, trabajan,
sufren toda su vida, se abrazan o se pelean, dan la vida o matan. Es cierto que
la aspiración más profunda del corazón del hombre es el deseo de amar y ser
amado.
Pero el amor no es pura emoción, no es sentirse
emocionado, no es el palpitar del corazón, no es extasiarse ante cualquier
belleza. Amar es, sobre todo, entregarse a los otros. Amar no es simplemente
dar algo, sino ante todo darse a alguien.
“No hay más que una clase de amor, pero hay
mil copias diferentes” (François de La Rochefoucauld). Dentro del amor existe
el amor verdadero y el amor falso. Hay muchos tipos de amor: amor a Dios, amor
a uno mismo, amor a los otros, a la familia, a la comunidad, a la sociedad.
Está, además, el amor que cada uno tiene a la vocación específica, al trabajo,
al deporte...
Todos estos tipos de amor podríamos
reducirlos a tres: amor a Dios, al otro y a uno mismo. Amarse a uno mismo
supone amar a los otros. Son dos caras de una misma moneda. Hay amor puro, el
que ama sin interés y amor interesado. Puro solamente es el de Jesús y María;
los demás están manchados por el egoísmo. Pero existe el amor perverso, que
procura destruir al ser amado; el amor manipulador, que se aprovecha del ser
amado; el amor deformado que consiste en halagar al ser amado para aprovecharse
de él; el amor reducido que consiste en un compromiso parcial o limitado con
el ser humano.
El
amor cristiano es amar al otro por amor a Dios, sabiendo que en él está Cristo.
Los cristianos tenemos el mandato de
amar a los otros como a nosotros mismos. Lo primero, pues, que tiene que
aprender cualquier niño es a amarse, saber que es fruto del amor. Para amarse
es necesario el valorarse, el reconocerse como se es, con las virtudes y
defectos. El aprendizaje en la escuela del amor se ha de comenzar en los
primeros años.
Aunque hemos sido creados por amor y
para amar, aunque el amor es un gran don recibido, sabemos que es una tarea de
cada día.
Pero se sabe que para recibir amor hay
que dar amor; el que siembra amor, cosecha amor, dice una canción. “El amor
sólo con amor se consigue: si quieres ser amado, empieza por amar” (Séneca).