Nadie
trató nunca a Abraham Lincoln con mayor desdén que Edwin Stanton. Él llamó a
Lincoln “payaso de poca astucia” y lo apodó “el gorila original”. Lincoln no
dijo nada. En lugar de ello, cuando necesitó a un Secretario de Guerra, Lincoln
nombró a Stanton, porque era el mejor hombre para el puesto. Trató a Stanton
con toda cortesía.
En
la noche del asesinato de Lincoln, al mirar Stanton el rostro del Presidente,
con lágrimas en los ojos dijo. “Ahí yace el más grande estadista que el mundo
haya visto jamás”.
La
bondad es una característica de los hijos de Dios. El bondadoso arde en deseos
de hacer el bien a los otros, quiere todo el bien para ellos, aligera el dolor
de los oprimidos por cualquier clase de maldad. Dios es el único bueno, para
todos hace salir el sol. “Clemente y compasivo es el Señor, tardo en la cólera
y grande en amor. Bueno es el Señor para con todos y sus ternuras sobre todas
sus obras” (Sal 145,8-9).
Jesús
fue un hombre especial, extraordinario en generosidad, bueno pero bueno de
verdad, que pasó haciendo el bien sobre la tierra y curando a los oprimidos
por el mal, porque Dios estaba con él (Hch 10,38). Por eso Pablo aconsejaba a
los cristianos como norma de vida: “Mantengamos fijos los ojos en Jesús” (Hb
12, 2), para tener sus mismos sentimientos, para obrar como él.
¿Quién
era Jesús? ¿Cómo era Jesús?
Jesús
estaba unido al Padre y era ungido por el Espíritu. Fue enviado a anunciar la
Buena Nueva a los pobres, a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista
a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del
Señor (Lc 4,18-19). Él vino para los casos difíciles, para “salvar lo que
estaba perdido” (Lc 19,10).
En
sus enseñanzas repetía que lo más importante era buscar a Dios, su Reino, que
no se preocuparan de
lo demás. Mil veces invitaba a sus oyentes a no tener miedo, a no dudar, a
creer de verdad (Jn 8,46). A todos les dio ejemplo de amor, los amó hasta el
final y fue lo único que les dejó como mandato: el que se amaran de verdad como
él les había amado.
Sabemos
que a los seguidores de Jesús, que “proclamen la Buena Nueva a toda la
creación” (Mc 16,15), les acompañarán estos signos: expulsarán demonios,
tomarán serpientes en sus manos, aunque beban veneno nos les hará daño e
impondrán la mano a los enfermos (Mc 16,17-18). Los discípulos de Jesús,
tendrán el Espíritu de Jesús y disfrutarán de los frutos: amor, paz, alegría,
fortaleza, amabilidad, mansedumbre (Ga 5,22-23). Serán buenos de verdad.
Un
día se apareció Jesús a santa María Margarita y le dijo: “He aquí el corazón
que tanto ha amado a la humanidad”. A todos los que sufrimos de ira y de
soberbia el Maestro nos ha dejado esta receta: “Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón” (Mt 11;29). Y es cierto, Él nos enseñó a amar. Pasó
haciendo el bien sobre la tierra, curando a los enfermos, dando vida a los
muertos, levantando a los caídos, perdonando a los pecadores. La bondad del
corazón de Jesús se puso de manifiesto con sus enemigos, en los momentos más
difíciles de su vida. En la cruz sus primeras palabras fueron “Padre
perdónalos”. Su obra final fue morir para poder enviar a su Espíritu para darnos
paciencia, bondad y generosidad (Ga 5:22).
Todo
se logra con la bondad, poco se consigue con el palo. San Juan Bosco y san
Francisco de Sales creían en este adagio: “Una gota de miel puede atraer más
moscas que un barril de vinagre”. Con palos, broncas y durezas no se llega a
ninguna parte. Podremos hacer que la otra persona no se mueva, mientras estamos
delante, pero no habremos logrado cambiar su corazón si no procedemos con
bondad.
Todo
el que viaje a Thousand Island, en la parte del norte del Estado de Nueva York,
es bueno que visite el Castillo Boldt. Fue construido por George Boldt para su
esposa. George Boldt fue un empleado nocturno en un hotel de tercera clase en
Filadelfia. Una noche dos personas mayores muy cansadas entraron a su hotel y
le suplicaron: “Señor, por favor, no nos diga que no tiene cuartos. Mi esposa y
yo hemos andado por toda la ciudad buscando un lugar donde quedarnos. No
sabíamos de las convenciones tan concurridas que se dan aquí. Los hoteles donde
normalmente paramos están llenos. Estamos cansadísimos y ya pasa de media
noche. Por favor, no nos diga que no tiene un lugar donde podamos dormir”. El
empleado los miró unos instantes y respondió, “Bueno, no tengo un solo cuarto
excepto el mío. Trabajo de noche y duermo de día. No es tan acogedor como las
demás habitaciones, pero está limpio y con gusto los acogeré como mis
huéspedes esta noche”. La señora le dijo, “Dios lo bendiga, joven”.
La
bondad es un don, pero es una tarea a realizar. Quien es bondadoso es una
persona generosa, compasiva, benevolente y amistosa. El bondadoso se asemeja a
Jesús en todo, posee un corazón manso y humilde, capaz de lograr lo
inalcanzable. Jesús fue bueno con todos. Amó hasta el final.
P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.