Las Constituciones plasman el carisma de nuestra vocación. Aquí puedes encontrar algunos textos que iluminan e ilustran nuestra vida.
SENTIDO DE
NUESTRA VOCACIÓN:
“Los Hermanos
Descalzos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo
forman parte de una familia religiosa, que, inserta en el Pueblo de Dios y
enriquecida con un carisma propio, cumple una misión peculiar en el Cuerpo
místico de Cristo.
Esta familia,
a la que somos llamados por una vocación personal, en la medida en que es como
una expresión renovada de una Orden antigua, hermana la fidelidad a la
tradición espiritual del Carmelo con un afán de renovación permanente. Dos
actitudes que nos legó en herencia nuestra madre santa Teresa”. (n. 1)
“La santa Madre quiso marcar su Obra con una forma y estilo peculiares de vida: fomentando las virtudes sociales y demás valores humanos, cultivando la alegría y suavidad de la vida fraterna en un cordial ambiente de familia, inculcando la dignidad de la persona humana y la nobleza de alma, elogiando y promoviendo la formación de los religiosos jóvenes, el estudio y el cultivo de las “letras”, ordenando la mortificación y los ejercicios ascéticos de la comunidad a una más profunda vida teologal y acomodando estas prácticas al ministerio apostólico, alentando la comunión entre las distintas casas y la amistad evangélica entre las personas”. (n. 10)
“Elementos
primordiales de nuestra vocación:
a.
Abrazamos la vida religiosa “en obsequio de
Jesucristo”, apoyándonos en el común destino, la imitación y patrocinio de la
santísima Virgen, cuya forma de vivir constituye para nosotros un modelo de
configuración con Cristo.
b.
Nuestra vocación es fundamentalmente una gracia,
que nos impulsa, en una comunión fraterna de vida, a la “misteriosa unión con
Dios” por el camino de la contemplación y de la actividad apostólica
indisolublemente hermanadas al servicio de la Iglesia.
c.
Estamos llamados a la oración, que, alimentada
con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia, nos conduce al trato de
amistad con Dios, no sólo cuando oramos, sino cuando vivimos.
d.
Pertenece al mismo ser de nuestro carisma
penetrar de celo apostólico la oración y toda la vida consagrada, trabajar de
distintas maneras en servicio de la Iglesia y de los hombres.
e.
Pretendemos realizar ambos servicios, el
contemplativo y el apostólico, formando una comunidad fraterna”. (n. 15)
SEGUIMIENTO
DE CRISTO Y CONSAGRACIÓN RELIGIOSA:
LA COMUNIÓN
CON LOS HERMANOS:
“Con el voto
de castidad, profesamos la continencia perfecta conforme al celibato por el
Reino de los cielos y de este modo nos entregamos, santos por entero en alma y
cuerpo, al servicio de Dios y de los hombres y reproducimos la imagen del
Cristo virgen, dedicado sin reservas al servicio del Padre y de los hombres”.
(n. 22)
“A fin de
seguir más de cerca al Cristo pobre, puesto en manos de la Providencia del
Padre, abrazamos con voto el consejo evangélico de pobreza, que conlleva además
de una vida real y espiritualmente pobre, basada en el trabajo y la sobriedad,
y desprendida de las riquezas de la tierra, la dependencia de los superiores en
el uso y disposición de los bienes”. (n. 25)
“La pobreza
nos impone un estilo peculiar de vida, de modo que, imitando gozosamente a
Cristo en la disponibilidad de la propia persona, en el uso humilde y moderado
de las cosas, en la asidua dedicación al trabajo, en la sencillez de las casas
y en el trato amistoso con los pobres y la promoción de los necesitados, demos
en el Pueblo de Dios testimonio de pobreza evangélica tanto a nivel personal
como comunitario. Así, mientras nos esforzamos por ser auténticos seguidores,
no del mundo, sino del Evangelio, vamos ganando y experimentando cada día la
libertad de los hijos de Dios y la dignidad del hombre”. (n. 29)
“A fin de
imitar con mayor fidelidad la forma de vida que el Hijo de Dios abrazó cuando
vino al mundo en cumplimiento de la voluntad del Padre y que propuso a los
discípulos, sus seguidores, nos obligamos con voto a cumplir el consejo
evangélico de obediencia, por el cual nos comprometemos a someter nuestra
voluntad a los superiores, representantes de Dios, cuando mandan según las
Constituciones. Así, pues, ofrendamos a Dios la total entrega de nuestra
voluntad como sacrificio de la propia persona, para unirnos de este modo a su
voluntad salvífica de manera más estable y segura”. (n. 35)
LA VIRGEN
MARÍA EN NUESTRA VIDA:
“Asociados,
por la gracia de Dios, a los “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María”,
estamos entroncados con una familia que se consagra a su amor y culto y que
camina hacia la plenitud de la caridad bajo el influjo vital de una comunión
íntima con la Madre de Dios. Esta comunión penetra la vida común y marca con un
sello mariano peculiar el espíritu de oración y contemplación, el apostolado en
todas sus vertientes y la misma abnegación evangélica”. (n. 47)
LA COMUNIÓN
CON DIOS:
“La vocación
carmelitana nos impone el compromiso de “vivir en obsequio de Jesucristo”, “meditando
día y noche la ley del Señor y velando en oración”. Y nuestra Madre santa
Teresa, en la misma línea de la Regla, presenta la vida de oración como centro
al que convergen y hontanar del que brotan todos los elementos constitutivos de
nuestro carisma. Por eso, la Iglesia nos reconoce como una familia dedicada de
modo especial al quehacer de la oración, es decir, una comunidad que se propone
vivir más intensamente el misterio de la oración cristiana y que da testimonio
de él con su propia vida”. (n. 53)
“La caridad ha
de ser la norma suprema de la vida comunitaria, ya que la comunión fraterna
tiene como fundamento y vínculo el amor de Cristo.
Hemos de
amarnos unos a otros, según el mandamiento del Señor con la caridad que se ha
derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo y con la
competencia en la mutua estima fraterna”. (n. 72)
LA MISIÓN
APOSTÓLICA DE LA ORDEN:
"Nuestra Madre
santa Teresa, ilustrada por una experiencia más plena del misterio de la
Iglesia e impulsada por el celo de la gloria divina, quiso que la plegaria
incesante y la abnegación evangélica del Carmelo renovado rebasasen de un ideal
apostólico peculiar. Al restaurar la Orden de los frailes, sintió ardientes
deseos de que ellos, doctos y experimentados en las cosas de Dios, trabajaran
en distintos campos al servicio de la Iglesia, pero más con las obras que con
las palabras. Así, pues, siguiendo las huellas de nuestros antepasados,
empapamos la contemplación de espíritu apostólico y procuramos preparar y
nutrir continuamente la acción evangelizadora con la intimidad divina”. (n. 89)
“La
evangelización de los pueblos, que dimana de la naturaleza íntima de la Iglesia
y constituye realmente un espléndido fruto de la caridad y de la oración, fue
siempre con justicia una de las obras predilectas de la Orden. En efecto,
nuestra Madre santa Teresa, prendió en su familia la llama del celo misional
que la abrasaba, y quiso que sus hijos trabajasen también en la actividad
misionera”. (n. 94)