Hay encuentros planificados y los hay fortuitos. El encuentro de san
Cristóbal con Jesús fue muy especial. Un niño le pidió que lo llevara al otro
lado del río. Cristóbal aceptó con mucho gusto y lo colocó sobre su hombro. Al
preguntarle por qué pesaba tanto, el niño le respondió: “Es que soy el Creador
del mundo. Soy Jesús, que he tomado la forma de niño para que tuvieras el gusto
de llevarme sobre tus hombros”.
Jesús sale a nuestro encuentro y se “disfraza” de mil formas para enamorarnos,
para que nos encontremos con él a gusto. Es entonces cuando se cumple lo que
dice Jeremías: “Me buscaréis y me hallaréis, cuando me solicitéis de todo
corazón” (Jr 29,13).
Toda nuestra vida es búsqueda y encuentro. A veces buscamos y no encontramos;
otras, las menos, encontramos sin buscar.
La búsqueda nace del deseo, de querer algo que nos inquieta o interesa. Es el
corazón el que mueve, empuja y dispone para el encuentro. Es en el corazón
donde se producen todos los encuentros. Es el motor de la búsqueda y del
encuentro. Quien busca de corazón, encuentra, porque pone alma y vida.
Muchas veces buscamos a tientas, sin ser conscientes de lo que queremos.
Deseamos sin desear, navegamos sin saber a dónde, andamos a gatas en la noche.
Y claro, no encontramos. No encontraremos hasta que no nos dejemos motivar por
Dios, hasta que no caigamos en la cuenta de que Él es el que nos busca desde
toda la eternidad. Cuando nos encontramos con Él, nos encontramos con nosotros
mismos y con los otros. Dejamos de huir, aunque seguimos heridos y llagados por
el mismo encuentro.
¿Cómo sabemos que Dios nos busca? Dios nos busca cuando sentimos inquietud
interior o una soledad que no podemos nombrar. También a través del diálogo, de
la visita, de la oración, emergen preguntas y respuestas que van llenando la
vida de sentido, de alegría y paz, de esperanza para seguir buscando en
momentos de oscuridad.
¿Cómo sabemos que estamos buscando a Dios? Hay síntomas como reflexionar sobre
lo que nos mueve por dentro, que nos permite enfrentarnos a toda clase de
miedos, ansiedades y preocupaciones. Buscar a otros semejantes que desean lo
mismo...
La Escritura nos habla de esta búsqueda y encuentro, de personas
buscadas y encontradas por Dios. Zaqueo, ansioso y curioso por conocer a Jesús,
inicia esta búsqueda sin medir las consecuencias. De repente Jesús lo mira y le
dice: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy voy a tu casa” (Lc 19,1-10). Una
mujer llevaba enferma viarios años. Buscaba el encuentro con Jesús. Un día se
decidió, “vino por detrás y le tocó el manto” (Mc 5,27). Otra mujer lo buscaba
sin darse cuenta. Buscaba la verdad, la alegría, la felicidad y la vida, pues
nadie se las había dado. Cuando se encontró con Jesús, inmediatamente corrió a
decir lo que le había ocurrido (Jn 4,1-42).
El camino de búsqueda y encuentro es un viaje lento y complejo que exige
mucha fe, paciencia y perseverancia.
P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.