Yashoda es la madre de Krishna, la encarnación de Dios más popular,
querida y venerada en la India. Ella lo cuidó mientras era niño, adolescente,
joven, con todo el cariño de madre y de creyente. Creció Krishna y le llegó el
momento de dejar su casa, su pueblo y a su madre para predicar, ayudar y
redimir a su pueblo.
Al despedirse, su
madre le pidió una gracia: “Que siempre que cierre los ojos, te vea”. Krishna
le contestó: “Te concedo una gracia mejor: Que siempre que abras los ojos, me
veas” (Carlos G. Vallés).
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” (Lc 24,5).
Es imposible ver a Dios con los ojos cerrados, si no se mira con unos ojos
resucitados. Con éstos se puede descubrir al Cristo que vive en cada persona y
en cada acontecimiento.
Cristo ha resucitado, venció la tiniebla, el pecado, la muerte. No hay
lugar para el miedo ni para la tristeza. La vida ha triunfado y es posible que
el amor y la paz florezcan en cada hogar y en la sociedad.
Creo que Cristo ha resucitado, que vive en mí: no sólo pasa por mí, sino que
habita en cada parte de mi ser. Él hace posible que yo sea una persona nueva,
llena de esperanza, testigo de la resurrección, la vida y la victoria.
“María Magdalena dijo a los discípulos que había visto al Señor” (Jn 20,18).
Quien ha experimentado la fuerza del resucitado como María, no puede guardar
esta experiencia para sí; siente la necesidad de comprometerse en la hermosa
tarea de luchar contra una cultura de violencia y de muerte, de injusticia y de
esclavitud; siente la necesidad de contagiar nuevos ideales, llenarlo todo de
vida y de amor para alentar lo que va naciendo y resucitar lo que va muriendo.
“Sólo hay un medio para saber hasta dónde se puede llegar: ponerse en camino y
avanzar” (Bergson). Sólo hay un medio para resucitar: abrir los ojos y
el corazón para encontrarse con el Resucitado. Él hace que surjan personas
capaces de servir, compartir, unir, pacificar...
“Cuando el Señor resucita,
la esperanza es una fiesta,
se hace joven, se hace niña,
canta y danza en hora buena.
Cuando el Señor resucita,
la paz es una paloma
que vuela en cruz por los cielos,
cubriéndonos con su sombra.
Cuando el Señor resucita,
se convierte el agua en vino,
y todos quedan borrachos
del amor y del Espíritu”.
(Rafael Prieto)
P. Eusebio Gómez Navarro, OCD.